Fallece la socialité Jocelyn Wildenstein, símbolo de la estética y el lujo extremos

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La existencia de Jocelyn Wildenstein, un icono rodeado de interés y debate, ha concluido. Falleció en París a los 79 años debido a una embolia pulmonar, de acuerdo con su pareja, el diseñador Lloyd Klein. Su muerte cierra un capítulo de vida tan ostentosa como misteriosa, caracterizado por drásticos cambios estéticos, relaciones amorosas complicadas y una atención pública que trascendió generaciones.

Una existencia entre el desconocido suizo y el lujo global

Nacida en Lausana, Suiza, como Jocelyn Périsset, creció entre los paisajes alpinos y los lagos, antes de emprender una vida que la llevaría al centro del espectáculo mediático. Su juventud transcurrió entre deportes de invierno y sueños africanos. Fue ese anhelo por África lo que la condujo a uno de los encuentros más determinantes de su vida: el multimillonario comerciante de arte Alec Wildenstein, a quien conoció en un safari en Kenia en 1977. Un año más tarde, se casaron, sellando una unión que la catapultaría al universo de la riqueza y la exposición mediática.

A través de ese matrimonio, Jocelyn heredó no solo una posición privilegiada, sino también propiedades icónicas como el rancho Ol Jogi, una vasta extensión de tierra en Kenia con más de 200 edificios y cientos de empleados. Allí instaló un recinto para tigres, en consonancia con su conocida fascinación por los felinos. Su vida marital estuvo marcada por gastos monumentales, que según ella misma ascendían a un millón de dólares mensuales.

La cara que rompió con las normas

Desde su vinculación con Alec Wildenstein, Jocelyn empezó a modificar su aspecto físico. A pesar de que públicamente restaba importancia a la magnitud de sus cirugías, su cara se volvió un emblema distintivo. Los ojos alargados, las mejillas sobresalientes y la piel libre de arrugas reforzaron el apodo que la siguió por años: “la mujer gato”. Su apariencia llamativa no solo capturó miradas, sino que también generó discusiones, oscilando entre la admiración estética y las críticas sociales.

La operación estética no solo fue una elección propia, sino que también se transformó en su característica más reconocible y, tal vez, en su obra más perdurable. A pesar de los rumores, Wildenstein sostenía su imagen, declarando que no necesitaba justificarla y que lo fundamental era estar a gusto consigo misma.

De la opulencia a la caída financiera

Su matrimonio con Alec terminó abruptamente en 1998, en medio de un escándalo público que incluyó acusaciones de amenazas y violencia. El divorcio fue igualmente mediático: un acuerdo que incluyó un pago inicial de 2.500 millones de dólares, seguido de cuotas anuales multimillonarias. No obstante, décadas después, Wildenstein se declaró en bancarrota. Afirmó públicamente que sus recursos se habían agotado, lo que contrastaba con la imagen de abundancia que la había definido durante años.

Su enlace más prolongado después de ese enlace matrimonial fue con Lloyd Klein, un diseñador francés notablemente más joven que ella. Pese a mantener una conexión intensa, la relación también estuvo caracterizada por momentos de tensión, discusiones y arrestos. Sin embargo, Klein se mantuvo a su lado hasta el final.

Una figura icónica, aún en el misterio

A pesar de su omnipresencia en tabloides y alfombras rojas, Jocelyn Wildenstein supo preservar ciertos aspectos de su vida en secreto. Su edad exacta, el número real de intervenciones quirúrgicas, el destino de su fortuna y la historia completa de sus transformaciones son elementos que permanecen en la nebulosa. Prometió contar su versión en una producción televisiva, pero el proyecto no llegó a concretarse.

En sus últimos años, reapareció esporádicamente en eventos de moda, casi siempre al lado de Klein. Su imagen, otrora objeto de burla, fue reinterpretada por publicaciones de moda como un símbolo de glamour extremo y autenticidad inquebrantable. Su negativa constante a arrepentirse o a justificarse le dio una nueva estatura como figura de culto.

El fin de una era

Con su fallecimiento, Jocelyn Wildenstein deja atrás una vida difícil de duplicar. Admirada, juzgada, copiada e incomprendida, enfrentó las normas sociales y estéticas con una determinación inflexible. En una era enfocada en la imagen, su personaje simboliza tanto los excesos del lujo como el esfuerzo por la autoafirmación mediante el cuerpo.

Sus dos hijos quedan como sus sobrevivientes y su relato, que a pesar de todo, jamás pudo ser contado del todo. Su herencia, discutida pero indiscutible, continuará enriqueciendo la imaginación popular sobre la metamorfosis, la celebridad y el anhelo de crear una identidad que trascienda lo tradicional.

Por Alejandro Salas

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