La revisión Larga vida de Clarín publicó un hermoso artículo sobre la ceremonie del té en el que la periodista Agustina del Vigo hace una crónica del ritual, con Malena Higashi como anfitriona. Higashi es argentina, nikkei de tercera generación y estudió el tema en Kioto durante un año. Luego escribió «Elviento entre los pinos», un libro precioso.
Tras leerlas, pensó en qué comparte ese rito, ancestral, exquisito y hermético para la gran mayoría de los occidentalis, con el del mate, tomar el sol popularNuestro bronce.
Salvo para los custodios de la sabiduria de los guaranies -que cambiaron a la yerba un regalo de los dioses-, lo que rodea al mate hoy parece a priori más modestamente. Para la ceremonia del té se usan kimonos, matcha solo para el invitado, particulas de colores para endulzar y chawan (cuenco) para admirar, entre otros elementos y reglas. Para la del mate, de los pasos que haya habido guaraníes, españoles y otros inmigrantesderivan -también entre otros- el cuidado de la temperatura del agua, la posición de la bombilla o el sentido de la ronda como el de las agujas del reloj.
Ambos Hijos Ceremoniales simbolos de pueblos. El del té conservó su dimensión espiritual y el del mate porque la había perdido. Sin embargo, fue la imagen del pase el cuenco con el té, como si uno sostuviera a corazón a cuatro manos, donde desapareció esta asociación. Lo bello para comparar (aunque coronavirus mediante, aprendimos a usar cada uno su mate).
Al margen de las diferencias entre los ritos, sus filosofías y su estudio, té y mate pueden pueden despabilar sentidos literalmente. Los guaraníes tienen una sola palabra, «caá», para referirse a la yerba ya la selva. «En mi boca, siento los sabores de un bosque entero«, descripción de Del Vigo. En ambos casos, la cuestión parece ser dar un sorbo y disfrutar el instante.
JS